Catalina Bertón
Catalina Bertón pertenece a la generación 2006 de la Facultad de Comunicación de la UM. Se recibió en agosto de 2010 y en marzo del año siguiente se fue a Singapur, donde se unió a la flota de una prestigiosa empresa de cruceros, como fotógrafa. Se quedó trabajando en los barcos el tiempo suficiente como para dar la vuelta al mundo dos veces y con un socio portugués comenzó un proyecto de fotografía internacional, Pistacho Photography. La base de la empresa está en Londres, lo que le permitió a Catalina seguir viajando con su cámara de fotos.
Actualmente reside en Montevideo, cursa la Maestría en Dirección de Comunicación en la UM y trabaja como fotógrafa. Además, es escritora. Su primera novela, Sobredosis, acaba de ser editada por la editorial española Chiado y será presentada el 11 de agosto en Espacio Serratosa, a las 19 hs.
En la siguiente entrevista recuerda su paso por la UM y habla sobre la historia del libro.
¿Qué recuerdos guardás de tu paso por la universidad?
La Universidad fue fantástica. Cuatro años intensos que se acabaron demasiado rápido. Conocí personas que pronto se convirtieron en mis mejores amigos y aún tengo contacto con algunos de los profesores. Era un espacio en el que yo podía buscarme, descubrirme. Había personas guiándome, pero a la vez dándome la libertad necesaria para que yo pudiera expresarme.
¿Cuándo comenzaste a escribir Sobredosis?
La idea surgió cuando estaba de intercambio en Estados Unidos, antes de empezar facultad. Fui a Michigan a hacer un intercambio de secundaria, por seis meses. La intención, en aquel momento, fue hacer un guion, pero no tenía idea de cómo hacer uno, entonces escribí toda la historia con una estructura que era un híbrido entre un guion de teatro, con cosas de telenovela y algún otro género literario que no existe. Cuando llegué a facultad, aprendí sobre los géneros y cómo escribir de acuerdo a ellos. Entonces pude pasar esa historia a un guion de cine propiamente dicho. A todo esto, unos tres años habían pasado desde la primera vez que escribí la historia. Y después pasaron otros tres años hasta que quise cambiarle el formato y pasarla a novela, porque sentía que quería contar mucho más sobre los personajes. Entonces, terminé la primera versión de la novela a los veintiséis años, mientras trabajaba por el mar Báltico.
¿Cuál es la historia de la novela y a qué público está dirigida?
La historia se centra en la vida de Marisa. Ella es arquitecta, pone mucho énfasis en su vida profesional, pero también tiene una vida personal muy activa. De un momento al otro, vuelve a encontrarse con Tomás, que era un amigo de la adolescencia. El regreso de Tomás hace que se plantee qué tanto le gusta su vida o hacia dónde se está dirigiendo, a la vez que vuelve diez años atrás en el tiempo, al año en que todo cambió de modo radical, cuando ella comenzó a preguntarse cómo luchar por sus sueños y cuando se enamoró por última vez.
Está dirigida a todos los públicos, tiene cuestiones de vida con las que todos nos podemos sentir identificados y seguro que conocemos a alguien con las personalidades de los personajes que viven y dialogan con Marisa.
¿Por qué decidiste contar esa historia?
Por supuesto que la historia mutó muchísimo desde que la escribí con 18 años hasta ahora, que tengo 30.
A los 18 me daba mucho miedo no luchar por mis sueños; por ejemplo, escribir. Me daba terror conformarme, agarrar el camino cómodo o fácil. De cierta forma, comencé a escribir la vida de Marisa para darle la posibilidad de que ella sí luche por sus sueños y, así, de un modo muy inconsciente, poder encontrar una forma de llegar a lo que yo quería.
Después me demostré que no elegí ni el camino cómodo, ni el fácil. Que si son mis sueños, la que tiene que dar los pasos para alcanzarlos soy yo y Marisa se merecía hacer lo mismo. No creo que nadie deba conformarse, a eso apunta esta novela.
¿Qué te motivó a publicarla?
En realidad, me daba mucho miedo la parte de la publicación. Siempre escuché que era imposible publicar. Que el proceso es lento, que hay que estar prontos para el rechazo, para las críticas. Entonces esta novela y muchas otras cosas que tengo escritas, quedaron guardadas en mi computadora.
Pero varias cosas pasaron en un margen de tiempo relativamente corto. Primero, comencé un taller de escritura con Andrea Durlacher. También, y quizás sea por la edad, me di cuenta de que la crítica pasa. Que pesa tanto como lo que uno le dé importancia. Entonces le di el manuscrito para leer a algunas amigas que saben de literatura y todas me dieron para adelante. Eso fue como la gota que derramó el vaso: toda la vida quise escribir y no iba a llegar a nada si no luchaba por ese sueño. No quería comportarme como los personajes de esa misma novela.
Chiado editorial respondió que quería publicarla. Es más, ya estaba tan acostumbrada a leer “no es para nuestra editorial”, que cuando llegó el email comencé a buscar el párrafo que decía que no. Al contrario, en ese email exponían todo lo que ofrecían y las condiciones. No lo podía creer. Tuve que dejar que mi hermana terminara de leer el email porque yo no entendía nada.
¿Qué es lo que más disfrutaste del proceso de creación?
Cada vez que retomé la historia, me volví a enamorar. Incluso a sabiendas de lo que seguía en la próxima página, volvía a sentir cosquillitas.
El proceso de escritura es algo que me fascina y me da miedo, todo a la vez. Cuando se viene la estampida de ideas y la única reacción posible es sentarse a escribir, o cuando los personajes cobran vida propia y comienzan a comportarse de una forma muy diferente a la de la estructura, lo que obliga al autor a modificar aquel primer orden. A mí me encanta. También me frustra mucho quedarme en blanco, trancarme con alguna idea, no saber cómo seguir la historia.
¿Comenzaste la Licenciatura en Comunicación con el deseo de escribir una novela?
Empecé Comunicación porque quería escribir. Aún no sabía qué era lo que quería escribir, me imaginaba que guiones de cine, porque era un mundo que me causaba mucha curiosidad. Pero, en el fondo, la meta era novelas. A la vez, crecí escuchando a todas las personas de mi entorno decirme que dejara de soñar, que nunca iba a publicar un libro, o que las novelas ya habían pasado de moda. Era el mismo discurso siempre, cuando les decía que quería viajar por el mundo, también y resulta que di la vuelta al mundo dos veces. Mis padres siempre me apoyaron. Quizás pensaban que tenía que bajar un poco a la tierra, pero nunca me lo dijeron, al contrario.
¿Qué herramientas te brindó la UM para desarrollarte profesionalmente?
La UM fue un desafío. Me acuerdo que la primera materia de escritura era con una profesora española, Amaya. Era la materia en la que yo pensaba que podía brillar, sin embargo, las notas de las primeras tres prácticas fueron (en orden): 5, 4, 3. De eso no me voy a olvidar nunca: de pronto me llené de dudas. Sin embargo, Amaya se sentó conmigo y me dio ánimos. Me dijo que escriba de lo que yo quería, de lo que saliera de mis intestinos. Y así lo hice desde entonces. Me cuesta conectar con lo que escribo si no me hace cosquillas en la panza. Primero que nada, entonces, la UM me llenó de dudas y luego me dio confianza.
Nota realizada en 2017
Créditos foto: Semanario Hebreo Jai